Soy Ignacio Santiago, de madre segoviana y padre zamorano, y desde pequeño he sido una persona muy creativa, curiosa y trabajadora (ese tipo de persona que no para de hacer cosas nunca) y, antes incluso de empezar una carrera, ya había hecho casi de todo. ¡No importaba lo que fuese! Poner cafés y copas en bares y terrazas, descargar camiones llenos de juguetes a las 5 de la mañana, arar la tierra con azadón y pala, servir mesas en comuniones y bodas, … ¡Yo me apuntaba a un bombardeo!
A los 18 años, cuando llegó el momento de elegir mi camino profesional, yo tenía claro que quería ser como mi padre: empresario. Eso sí, por aquel entonces, con una rebeldía propia de la edad, no tenía ni idea de todo lo que suponía ser el dueño de una empresa (y mucho menos crear una). Por ello, elegí la carrera de Marketing en ESIC (5 años), porque me habían hablado bien de la universidad y porque quería formarme y empezar poco a poco (fue una buena decisión).
Durante el camino me puse a buscar trabajo a la antigua usanza, echando miles de currículums en decenas de agencias y empresas de Madrid y de media España (porque no me importaba moverme de comunidad autónoma). Fue la época en la que empecé a trabajar de prácticas y, si te soy sincero, fue muy duro. Trabajaba muchas horas por muy poco dinero (200€ en algunos casos) y, aunque hacía malabares, tan sólo pagar el transporte público y la comida suponía perder la mitad de ese sueldo, por lo que en muchos casos la recompensa a final de mes era prácticamente nula. ¡Pero no me desalentaba! Me decía y repetía a mí mismo que si algo quieres, tienes que pelear por ello.
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